Les dones del palmar - Història -

Historia

Las familias de los pescadores residían en Valencia. Primero en el barrio de pescadores, después en el barrio de Ruzafa y finalmente se retiran a la isla de El Palmar.

En la transmisión oral entre los habitantes de la isla se contaba, y cuenta, que las mujeres con los hijos e hijas no residían de forma permanente en la isla. Aquí estaban los pescadores que enviaban, como buenamente podían, lo pescado a sus mujeres, hermanas o madres para que lo vendieran en la ciudad.

Rafael Marco Caballer, vecino de El Palmar, fue una persona que se interesó por recopilar la historia de El Palmar. Persona curiosa, interesada en dejar constancia de lo que la sabiduría popular le transmitió, la escribió de manera sucinta, con detalles contrastados con documentos históricos que dan luz al túnel de los relatos confusos con que nos encontramos cuando queremos trazar la línea histórica de nuestros antepasadas y antepasados. Es de agradecer su labor.

Aquí hacemos constar algunos pasajes de su historia escrita, por estar relacionados con el trabajo sobre las mujeres y la pesca.

Como testimonio de la eventualidad del tiempo de residencia en la isla encontramos la siguiente nota en los archivos históricos. Hace referencia a la temporalidad de la residencia en la isla de El Palmar. La clara evidencia de que se contaba con servicio religioso, dada la obligatoriedad de cumplir con los preceptos eclesiásticos, confirma la retirada temporal de la isla. La siguiente nota fue encontrada en la Sesión Bailia AA 2451 del Archivo del Reino de Valencia.

Visita al Congreso de los diputados. Años 90

En el expediente citado, aparece una notificación del Jurat de El Palmar al Sr. Bayle GI. De S. Md, donde se lee:

"En cumplimiento de la Orden de V.S. debo decir junto con el segundo Jurado y con el prohombre Manuel Marco que D.Vicente Andreu, capellán de esta Isla, ha residido en ella todo el mes de Mayo, desempeñando su destino. Y llegada ya la temporada en que la Comunidad se retira de la Isla, y también el capellán, cesare de dar este oficio hasta que vuelva la temporada de residencia.

Dlgc. a VS mr an

Isla del Palmar 2 de Junio de 1840.

Por el Jurado Jayme Bru"

Cosme Tonda era el nombre de la persona a quien el jurado dirige la nota.

Es una nota testimonial que pone de manifiesto la relación entre los documentos clasificados y la transmisión oral de las historias familiares de los pescadores. En el siguiente extracto se lee que las mujeres vendían el pescado en Ruzafa, lugar donde residían, confirmando la distribución del trabajo, en materia de pesca, que se ha transmitido.

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Puede ser que simultanearan residencia en Ruzafa y El Palmar. Cuenta la transmisión oral de la gente de nuestro pueblo, (información que también recoge Rafael Marco en su escrito), que después de ser desalojados del antiguo barrio de pescadores fueron compensados con la posibilidad de comprar, como en usufructo, una pequeña porción de tierra en la isla donde levantar su vivienda, una barraca. En Ruzafa, seguramente, la mayoría de quienes permanecieron en este barrio, vivieron de alquiler, al principio.

Algunas familias, pasados los años, prosperaron y pudieron comprarse una vivienda. Lo que sí cuentan es que antes de que se construyeran los puentes y la comunicación con la capital fuese diaria y por carretera, se alquilaban una habitación en Ruzafa, en la vivienda de familiares o conocidos, a fin de poder pasar la noche en caso de que fuese imposible volver a la isla en el mismo día.

Según alguna de las voces de las mujeres entrevistadas, compartían varias familias la misma habitación alquilada. Aunque los viajes a Valencia eran escasos y sólo en ocasiones de muy extrema necesidad.

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Cuando las familias se instalan en la isla, era bastante habitual que las mujeres fuesen a la ciudad a comprar los materiales que se iban a necesitar para confeccionar las redes de pesca. Generalmente, después del domingo del sorteo de “Redolins ”. Ya se podía comprar la cantidad de hilo en función del puesto de pesca que le había tocada en suerte. Las mujeres, por regla general, cuentan que iban a “Ca Cotolo ” a comprar el material necesario.

La vida de las gentes del lugar era sencilla, sin grandes pretensiones. Sobrevivir día a día de la mejor manera posible era el objetivo principal.

Sin olvidar que las condiciones de vida para quienes deciden dejar la ciudad, el barrio de Russafa en concreto, y ubicar su residencia habitual en la isla no estaba exenta de peligros, sino todo lo contrario. Expuestos a las inclemencias del tiempo, a las consecuencias de estar apartados de todo servicio de atenciones primarias, su vida transcurría entre la tranquila cotidianidad y la continua incertidumbre por sobrevivir en un medio sin expectativas de mejora, con resignación.

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Mirar fotografías antiguas es una buena lección gráfica porque nos proporcionan información sobre el aspecto del pueblo en tiempos pasados. No sólo es interesante mirar las personas que aparecen en las fotografías. Si observamos los detalles, que a simple vista pasan desapercibidos, podemos ubicar calles, y apreciar los cambios operados en ellas. Han ido cambiando las edificaciones y el aspecto de las calles. Es interesante comparar imágenes del pasado y presente. Imágenes que vinculan sentimientos, experiencias y espacios.

Sorprende los rostros de quienes aparecen en las fotografías de grupo. Denotan alegría, tranquilidad, … Otra cosa es la carga emotiva que a nivel personal cada una de esas personas escondía en su interior.

Una imagen cotidiana era la de grupos de mujeres, jóvenes o ancianas, a la puerta de casa en verano, al fresco, tejiendo la malla que luego se transformaría en mornells, mones, paraeres, ... Además, las jóvenes debían compaginar tejer red con el confeccionar lo que compondría su laborioso ajuar.

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¿Quién hacía esas fotos? Seguramente visitantes con cámara fotográfica. Poca gente en El Palmar podía permitirse el lujo de tenerla.

Durante las fiestas patronales acudían a la isla fotógrafos profesionales, que además de hacer un reportaje fotográfico a festeros y festeras, aprovechaba para hacer fotografías a quienes desearan tener un recuerdo, o una foto simplemente. No se salía fácilmente de la isla.

No faltaban en la escena los niños y niñas, que siempre andaban revoloteando por las faldas de las abuelas o pegados a los pantalones de los abuelos. Puesto que eran estos los que, ya sin poder ir a trabajar, mantenían la atención de la gente más menuda. Hecho que avala las estrechas relaciones, que aún hoy se conservan, entre nietos o nietas y abuelas o abuelos.

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